Elegance tiene más de cincuenta años de historia. Muchas mujeres han entrado por sus puertas buscando algo especial. Hace unos años, cuando la vida me llevó a convertirme en la nueva dueña de este espacio, sentí que no solo estaba adquiriendo una boutique, sino que estaba heredando un legado.
Pero también sabía que mi misión era renovarlo. No cambiar su esencia, sino darle nueva vida, una perspectiva fresca, un alma nueva.
No empecé con todo perfectamente planeado. Empecé con un sentimiento: el deseo de crear un espacio donde las mujeres pudieran sentirse vistas, cómodas y auténticas. Un lugar donde el buen gusto no consistiera en seguir reglas, sino en honrar quién eres hoy.
Así comencé este nuevo capítulo con Elegance. No solo para vender ropa, sino para ofrecer una experiencia. Una hermosa pausa en medio de la vida cotidiana. Un respiro. Un reflejo de lo que muchos buscamos: sentirnos bien sin necesidad de dar explicaciones.
Cada pieza que elijo tiene una intención. No busco llenar estanterías; busco despertar emociones. Esa sensación de mirarse al espejo y decir: "Ahí estoy".
He tenido días de agotamiento, dudas, días en los que todo parecía cuesta arriba. Pero también he vivido momentos de pura belleza: cuando una clienta sonríe al verse con algo nuevo. Cuando alguien me dice: «No sabía que necesitaba esto hasta que me lo probé». Ahí es cuando entiendo que esto va más allá de la moda. Es conexión. Es cariño. Es afirmación.
Hoy, con mis hijos ya adultos, me encuentro en una nueva etapa de mi vida. Podría vivir cómodamente, sin horarios ni responsabilidades. Tengo estabilidad financiera en casa y no necesito trabajar... Pero tengo un profundo deseo de crecer.
Siempre he sentido esa chispa interior, el impulso de desarrollarme, de crear algo propio, de canalizar mi pasión por la imagen, el estilo y el buen gusto. La elegancia se ha convertido en ese espacio donde invierto no solo tiempo y creatividad, sino también corazón. Porque toda mujer merece sentirse bella, realizada y dueña de su propia historia, ya sea por necesidad o simplemente por deseo.
Hoy sigo aprendiendo. Como mujer, como madre, como empresaria. Sigo creyendo en la elegancia con alma. Sigo creyendo que no hay edad ni talla para sentirse radiante. Y sigo agradecida con cada mujer que entra en la tienda o me escribe, porque sé que todas llevamos una historia en la piel... y todas merecemos lucirla con orgullo.
Gracias por ser parte de la mía.
Con amor,
Wilda